El discurso es cada vez más reduccionista. Además del ya manido argumento centrado en la necesidad de intensificar la I+D+i para generar conocimiento, única vía posible para ganar competitividad en los países desarrollados, las restantes recetas están centradas únicamente en la política monetaria. En particular, en utilizar la devaluación monetaria para ganar competitividad y mejorar el saldo de la balanza comercial. Ayer mismo Venezuela aplicaba esta medicina.
Desde EE.UU. se viene desarrollando una campaña sistemática, en la que participan algunos premios nobel, tratando de conseguir el suficiente consenso internacional para forzar a China a apreciar su moneda frente al dólar –y frente al euro-. Es la única solución que se ve, a lo que parece, para tratar de aminorar el espectacular ritmo de crecimiento de la economía china en los mercados mundiales.
Ayer mismo, escribía Paul Krugman en su blog que si bien la constitución de la UE había sido un acierto, la creación del euro había sido un error. El argumento, el mismo. La moneda única impide a los países que están pasando mayores dificultades –España, Portugal, Grecia- utilizar los mecanismos de devaluación como palanca para salir del pozo de la recesión.
Por todo esto, no me parece que esté demás analizar cuál ha sido, en los últimos años, el comportamiento de las diferentes divisas en los mercados cambiarios, y ver, en paralelo, cómo se han comportado las balanzas comerciales de los países emisores.
El gráfico 1 muestra, tomando el año 2001 como base -índice 100-, cuál ha sido la evolución de las cotizaciones del yuan chino, el dólar USA y el yen japonés frente al euro. En 2001, un euro cotizaba a 7,41 yuan, 0,90 dólares USA y 108,73 yen.
Gráfico 1. Evolución en las cotizaciones de las diferentes divisas (2001 = 100)
Las tres divisas no han cesado de devaluarse frente al euro. Aunque unas más que otras. Así, en estos ocho años el yuan chino ha perdido el 38% de su valor en 2001 –un euro en 2008 cotizaba 10,22 yuan-, el yen japonés el 40% -el euro de 2008 valía 152,33 yen-y el dólar USA el 64% -en 2008, un euro cambiaba a 1,47 dólares-.
El gráfico 2, muestra la evolución del saldo comercial, en estos mismos ocho años, de EE.UU., Japón, China, Alemania y España.
Gráfico 2. Evolución de los saldos comerciales (2001 = 100)
En 2001, Alemania tenía un saldo comercial positivo de 78 billones de dólares USA; China 22,6; Japón 54,4; EE.UU. un saldo negativo de 449,4 billones de dólares y España un saldo también negativo de 33 billones de dólares. Tomamos 2001 como año base -índice 100- y observamos cuál ha sido la evolución desde entonces.
El saldo alemán no ha dejado de crecer hasta 2008, año en que sufre un ligero retroceso. Aún así, en 2008 había alcanzado un saldo de 331 puntos respecto a los 100 iniciales. China crece desde 2003 de manera espectacular –en 2008 se sitúa en 1308 puntos-, Japón mantiene una senda de crecimiento sostenido hasta 2008, año en que sufre un espectacular retroceso -36 puntos, si bien en 2007 tenía 169-. EE.UU. no cesa de incrementar cada año su déficit comercial –en 2008, 51 puntos de los 100 iniciales-. España, en estos ocho años pierde 75 puntos. Es decir, partiendo de igual ponderación en 2001, 100 puntos, en ocho años EE.UU. ha perdido 280 puntos en relación a Alemania y 1258 respecto a China.
La visión conjunta de los dos gráficos nos indica que Alemania sin ningún tipo de palanca monetaria, sino todo lo contrario, soportando las continuas devaluaciones de las restantes divisas, ha mejorado notablemente su competitividad, multiplicando por 3 su saldo positivo de 2001.
España, con el mismo marco monetario que Alemania, no ha dejado de ver como se deteriora su competitividad, multiplicando por 4 su déficit comercial en estos ocho años.
China ha devaluado su moneda un 38% respecto al euro y ha multiplicado por 13 el saldo comercial positivo de 2001.
Japón ha devaluado un 40% en relación al euro y sin embargo, en 2008 su saldo comercial era un 65% inferior al de 2001 –si bien, en 2007 se situaba en el 168% del de 2001-.
EE.UU. ha devaluado un 64% y, a pesar de ello, su déficit comercial no ha dejado de crecer, duplicando en 2008 el enorme déficit que ya tenía en 2001.
Estos datos ponen en evidencia que la devaluación como arma para ganar competitividad tiene un impacto más que discutible. Cuando no se poseen otras ventajas competitivas, la devaluación por sí sola no sirve. Más bien al contrario, podría decirse que es el camino más corto para la "argentinización" de una economía.
En el extremo opuesto, China ha devaluado menos que Japón y mucho menos que EE.UU., y sus resultados son espectaculares.
Sería deseable, pues, plantear el debate en cuestiones de más calado. Haría bien la academia norteamericana en reclamar cambios de verdad en el modelo productivo de su país, en lugar de empecinarse en seguir intentando resolverlo todo en el tablero de las políticas monetarias mundiales.
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